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viernes, 12 de septiembre de 2014

Sociología del Consumo



Pantalla total.

El pensamiento de Jean Baudrillard se desarrolla con la fuerza evocativa de las imágenes y las metáforas. La construcción de su escritura parece a veces confirmar sus argumentos teóricos: es una escritura que discurre en la asociación libre de ideas pero que no parece sujeta a un plan de análisis. Sino mas bien una serie de fragmentos encendidos que recurren y toman de prestado de diferentes esferas del lenguaje su voz. Lo que hace dificultoso plantear una lectura crítica que contenga cierta rigurosidad en el desarrollo argumentativo y conceptual. Entonces se tiene la sensación de transitar un filo peligroso y no delimitado entre literatura y ciencias sociales.


Dentro del amplísimo abanico de posiciones con respecto a temáticas tan variadas como la crisis de representación política, desaparición de las instituciones deliberativas o la aparición del fenómeno de la videopolítica; hay dos filones teóricos que pueden identificarse y descubrirse las fronteras conceptuales que los separan.

Uno quizá esté sostenido en "A la sombra de las mayorías" por Baudrillard, en donde después de sentar el concepto de Masa enuncia la imposibilidad de su representación en lo social: ni política ni medial.

El otro aparece más común y cercano ya que está un poco más en consonancia con los grandes enfoques sobre el estudio de medios; en donde si bien se asume la crisis de representatividad política tradicional, se reconoce también el surgimiento de nuevas modalidades de representación medial de naturaleza audiovisual.

En Baudrillard la masa existe pero su representación no es posible, con lo que la masa no es el "espejo de lo social ni lo social es el espejo de ella".




No puede representarse porque ha dejado de ser referente, desdibujada como objeto se ha transmutado en una esponja que lo absorbe todo: donde los signos pierden su significado y los discursos articulados desaparecen.

Baudrillard comienza a desmitificar ciertos lugares comunes de la politología tradicional, pero no va más allá.
Porque el poder político no sólo no está reificado en esa apatía, sino que está lanzado obsesivamente a llamar la atención de la masa, a inventar nuevas estrategias de poder que funcionen sobre el ansia de espectáculo que reclaman las mayorías, a montar cada acto según las leyes que exige el show para que tenga su lugar en la pantalla. La videopolítica entonces desacraliza la política, crea la ilusión de mayor cercanía entre políticos y ciudadanos, inventa una proximidad que cambia la escala entre sistema político y esfera masiva bajo la modalidad de lo audiovisual.

La t.v. como nuevo espacio de lucha política pide a cambio nuevos estilos, formas discursivas sencillas y más directas que las de las instituciones del sistema, aceleración en el planteo de los problemas y en el diagrama de las soluciones.

Escamotea así tanto el contexto de los conflictos como la historia de los procesos e intensifica todo en un presente perpetuo en donde el futuro es imposible de vislumbrar y el pasado ha perdido su espesor. La progresión geométrica en la sucesión ininterrumpida de los acontecimientos hace que estos, a fuerza de repetición, se conviertan en leves imágenes que ya no reclaman para sí compromiso de ningún tipo por parte del que las ve.

En la escala del compromiso todos los lugares son lejanos y equidistantes de nuestra pantalla, en incluso en el acto nostálgico de nombrarlos (Monrovia, Sierra Chica) se experimenta la volatilidad de lo que aconteció y ya no existe mas.

El fenómeno mediático ha devenido lugar común en la cultura contemporánea.La manipulación informativa atañe igualmente a los procesos políticos, históricos, inclusive los electorales. Acerca del ''montaje propagandístico de los acontecimientos" y de los temas inquietantes del aquí y ahora

Vídeo, pantalla interactiva, multimedia, Internet, realidad virtual: la interactividad nos amenaza por todos lados.

Lo que estaba separado se ha confundido en todas partes, y en todas partes se ha abolido la distancia: entre los sexos, entre los polos opuestos, entre el escenario y la sala, entre los protagonistas y la acción, entre el sujeto y el objeto, entre lo real y su doble. Y esta confusión de los términos, esta colisión de los polos hacen que en ningún sitio exista ya un juicio de valor posible: ni en arte, ni en moral, ni en política.

Mediante la abolición de la distancia, del ''pathos de la distancia'', todo se vuelve indeterminable. Incluso en el ámbito físico: la excesiva proximidad del receptor y de la fuente de emisión crea un efecto Larsen que interfiere en las ondas.

La excesiva proximidad del acontecimiento y de su difusión en tiempo real crea una indeterminabilidad, una virtualidad del acontecimiento que le quita su dimensión histórica y lo sustrae a la memoria.

Que las tecnologías de lo virtual produzcan lo indeterminable, o que sea nuestro universo indeterminable el que suscita a su vez esas tecnologías, incluso esto es indeterminable.

Y todo esto se consolida dondequiera que opere esta promiscuidad, esta colisión de los polos.
Incluso en el reality show, donde se asiste, en la emisión en directo, en el acting televisivo inmediato, a la confusión de la existencia y de su doble. Ya no hay separación, ni vacío, ni ausencia: uno entra en la pantalla, en la imagen virtual sin obstáculo.

Uno entra en su propia vida como en una pantalla. Uno enfila su propia vida como una combinación digital.
A diferencia de la fotografía, del cine y de la pintura, donde hay un escenario y una mirada, tanto la imagen vídeo como la pantalla del computer inducen una especie de inmersión, de relación umbilical, de interacción táctil, como decía ya McLuhan de la televisión. Inmersión celular, corpuscular: uno penetra en la sustancia fluida de la imagen para modificarla eventualmente, del mismo modo que la ciencia se infiltra en el genoma, en el código genético, para transformar desde ahí al cuerpo mismo. Uno se mueve como quiere y hace lo que quiere con la imagen interactiva, pero la inmersión es el precio de esta disponibilidad infinita, de esta combinatoria abierta.

Lo mismo ocurre con el texto, con cualquier texto ''virtual'' (Internet, Wordprocessor). Aquello se trabaja como una imagen de síntesis, lo que no tiene ya nada que ver con la trascendencia de la mirada o de la escritura. Ahora bien, es en la separación estricta del texto y de la pantalla, del texto y de la imagen, donde la escritura es una actividad de pleno derecho, nunca una interacción.

Del mismo modo, sólo en la separación estricta del escenario y de la sala el espectador es un actor de pleno derecho. Pero resulta que todo concurre hoy en día a la abolición de esta fractura: la inmersión del espectador se vuelve algo fácil, interactivo. ¿Apogeo o fin del espectador? Cuando todos se vuelven actores ya no hay acción ni escenario. Fin de la ilusión estética.

Subtemas del articulo…

  • EL SIDA ¿VIRULENCIA O PROFILAXIS?
  • TODOS SOMOS TRANSEXUALES
  • NECROSPECTIVA EN TORNO A MARTÍN HEIDEGGER
  • ELOGIO DE UN CARC VIRTUAL
  • LA ECONOMÍA VIRAL
Etc.

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